El País

Santa Madre, Batman

CAPITAL FEDERAL, Julio 11.-(Por Mario Wainfeld) El matrimonio entre iguales testea la apertura de la sociedad. El Congreso en tensa paridad, mientras la Corte espera su veredicto. Los avances de la tolerancia. La furia de los inquisidores, sus argumentos y números. Las divisiones políticas y la intervención del kirchnerismo. Lo que hay en juego, lo que ya está ganado.

 

“El hombre –enseñó el Maestro– es un ser débil.

Ser débil –agregó el Apóstol– es ser cómplice.

Ser cómplice –sentenció el Gran Inquisidor– es ser criminal.”

Marco Denevi, “Catequesis”,

del libro Falsificaciones.

 

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“Más del 90 por ciento de la sociedad argentina se manifiesta creyente en Dios. Legislar como si Dios no existiera es imponernos a todos un ateísmo artificial. Borrar a Dios no nos hace más abiertos o tolerantes o más progres. Y esto no significa promover la teocracia.”

Jorge Eduardo Lozano,

arzobispo de Gualeguaychú, publicado en La Nación.

 

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“Oíd el ruido de rotas cadenas,

ved en trono a la noble igualdad.”

Vicente López y Planes,

Himno Nacional argentino.

 

El miércoles próximo el Senado puede promover un avance sustancial en la siempre inconclusa batida contra la desigualdad y la discriminación, si aprueba la ley de matrimonio entre iguales. Si la rechaza, el tema no puede ser retomado en este período parlamentario, pero eso no cesará el debate público ni tampoco frenará su tratamiento en la esfera institucional. En ese caso, la Corte Suprema deberá sentenciar alguna de las varias demandas que tiene a estudio, reclamando la inconstitucionalidad de la restricción del matrimonio a personas del mismo sexo. Como informó este diario en la nota de tapa del 15 de febrero, el máximo tribunal prefirió frizar esa resolución, a la espera del tratamiento parlamentario. He ahí una de sus líneas maestras para acotar la “judicialización de la política”: evitar intervenir en esferas que, preponderantemente, deben dirimir los otros poderes del Estado, cuyos integrantes son elegidos por el voto popular. Pero si (por usar una expresión sarcástica) el Senado no se pone los pantalones, la Corte tomará el toro por las astas. Hablamos de una virtualidad y nada es seguro hasta que sucede. Pero todo indica que la Corte resolvería a favor de los reclamantes, basándose en que las limitaciones al matrimonio civil están viciadas de “inconstitucionalidad sobreviniente”. Ese criterio ya fue desarrollado por la Corte cuando fulminó por inconstitucional la prohibición del divorcio vincular, plasmado en la vida por los ciudadanos de a pie y resistido hasta último momento por la jerarquía de la Iglesia Católica. En ambos casos, se dirimía la revisión de reglas que pudieron ser razonables y hasta indiscutibles al momento de su implementación. Pero como la Tierra gira y gira, la evolución de la historia, la cultura y las costumbres la transformaron en disfuncionales, injustas y discriminatorias. De ahí que sea inviable una consulta popular porque se debate sobre derechos humanos y civiles. Ningún pronunciamiento podría privar de ellos a los ciudadanos. Dicho apenas con ironía: tampoco es congruente supeditar a votación lo que se considera “un derecho natural” consagrado por la divinidad.

 

La polémica versa, pues, sobre los cambios, ese devenir tan odioso al pensamiento dogmático y al integrismo.

 

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