LA PLATA, Diciembre 08.-(Por JOSE PICON) El clima enrarecido del que dieron cuenta varios intendentes y algunos movimientos subterráneos que se detectaron en encumbrados despachos, fueron alertas suficientes.
El gobierno bonaerense tomó nota de que los reclamos por mejores sueldos que los policías llevaron adelante en Córdoba y que luego se expandieron a varios distritos, amenazaban con tocarle la puerta. Y si bien se afirma que no se registraron intentos de autoacuartelamiento, Daniel Scioli buscó poner dique de contención a esos posibles planteos con los anuncios de una serie de beneficios salariales para la fuerza de seguridad provincial, aderezados con algunas promesas.
La Provincia venía trabajando en diversas acciones tendientes a mitigar una situación salarial que no sólo genera reclamos de los uniformados: tiene como efecto secundario las “fugas” hacia la Policía Metropolitana donde se pagan sueldos sensiblemente superiores.
El primer diagnóstico que redondeó el ministro Alejandro Granados a partir de su llegada a Seguridad fue lapidario: a los bajos sueldos (un Oficial redondea poco más de 5.000 pesos) se sumaba un equipamiento deficiente y una falta de efectivos acorde a la complejidad y extensión territorial de la Provincia.
Pero tan cierto es que ese cuadro de situación estaba en claro como que las acciones en procura de mitigarlo tuvieron que precipitarse frente a la convulsión policial en otras provincias y su posible efecto contagio sobre la Bonaerense.
La inquietud llevó al propio Granados a reunirse en las últimas horas varias veces con la cúpula de la fuerza para monitorear ánimos y garantías. Lo novedoso del caso es que el ministro abrió un suerte de negociación paritaria con un sindicato policial y penitenciario (SinPoPe), con el que acordó seguir trabajando en mejoras salariales y de equipamiento para la fuerza.
El dato puede ser sólo una anécdota pero revela la decisión de Granados de mantener una relación más fluida con la policía: uno de los integrantes del mencionado sindicato es Roberto Baratta, un ex comisario general y concejal de Lanús que pasó a retiro en medio de un fuerte contrapunto con el ex ministro del área, Ricardo Casal.
DETONACIONES EN LEGISLATURA
Las jornadas de tensión también ganaron a la Legislatura, donde la pelea por los espacios de poder en especial en el oficialismo, generaron no pocos chispazos y amenazas de rebelión.
Como ocurriera hace dos años, la embestida del sciolismo por acceder al manejo de resortes de relevancia en la Cámara de Diputados, tropezó con la imposición de la Casa Rosada.
La negativa K al movimiento sciolista fue tan contundente como destemplada: fue comunicada por el jefe de Gabinete Jorge Capitanich, al propio Scioli y los legisladores elegidos.
“Es la voluntad de la Presidenta”, disparó Capitanich, para cerrar una discusión que había arrancado hacía algunas semanas con una discreta visita de dos diputados a Santa Cruz a ver a Máximo Kirchner para testear qué idea había en el pináculo del poder nacional en relación a la Legislatura. El hijo de Cristina habría adelantado en esa charla, se dice en el FpV, la idea oficial de “continuidad”.
Fue, en rigor, lo que terminó ocurriendo. El tándem Horacio González y el camporista José Ottavis seguirán como presidente y vice en Diputados, mientras que Sergio Berni continuará como vice en ausencia de Gabriel Mariotto en el Senado.
Hay quienes dicen que antes del comunicado oficial vía Capitanich, sectores del sciolismo junto a diputados ligados a Florencio Randazzo y Julián Domínguez, habrían sondeado a Juan José Mussi para impulsarlo como presidente de la Cámara de Diputados.
Mussi quizás vio venir el dedazo de Cristina que lo iba a dejar mal parado. Guerrero de cientos de batallas, el ex intendente de Berazategui se terminó encolumnando frente a la decisión presidencial antes de que el conflicto pasara a mayores.
Ese revuelo no alcanzó, con todo, los decibeles que tuvo la pelea por la presidencia del bloque del FpV en Diputados. La Rosada impuso a Fernando Navarro, uno de los líderes del Movimiento Evita, en lugar de Juan de Jesús.
El sciolismo y sus circunstanciales aliados meneaban los nombres del randazzista Marcelo Feliú y de Guido Lorenzino, quienes ensayaron una resistencia que incluyó el faltazo a la reunión de bloque donde se comunicó “la voluntad de la Presidenta” y la amenaza finalmente no concretada de no acudir a la sesión preparatoria donde se elegirían autoridades.
“Como lo bajaron a Taiana de la presidencia del bloque de diputados en la Legislatura porteña, había que compensar a los Evita con Navarro en la Provincia”, fue una de las explicaciones que se escuchó en los corrillos del oficialismo.
La excusa, no conformó. Mucho menos, la forma en que se comunicó. “¿Por qué tanto maltrato, tanta humillación?”, se preguntaba todavía ayer uno de los legisladores heridos por el dedo de la Presidenta.
Hay quienes ya evalúan que la reiterada forma en que el kirchnerismo resolvió el reparto del poder en la Legislatura, sería el anticipo de una renovada etapa tormentosa en la relación con Scioli.
MASSA, EL VIGIA
Las decisiones “desde arriba” en el Parlamento bonaerense no fueron patrimonio exclusivo del Frente para la Victoria. El Frente Renovador, se dice, fue más de Sergio Massa que nunca.
Dirigentes del massismo confiaron en que el propio Massa resolvió quién presidiría los bloques de diputados y senadores, los equilibrios internos en ambas bancadas y las autoridades de cámaras que le corresponderán al Frente Renovador.
“Sergio estuvo en todo”, reconocieron legisladores, quienes señalaron que las pujas que habían alumbrado en Diputados y el Senado por las jefaturas de los bloques fueron abortadas por el líder del espacio.
Esta decisión no parece aislada ni adoptada en función de evitar desgastes en bloques heterogéneos y de reciente conformación. Por el contrario, Massa ya le anticipó a varios de sus legisladores que tendrá injerencia en algunos aspectos administrativos que se cocinan en la Legislatura de fuerte sensibilidad para diputados y senadores.(Fuente: EL DIA)