Asesinato de Rubén Ramírez

¿Inseguridad? ¿O exclusión y violencia social?

Postal de la masiva marcha del jueves.
Postal de la masiva marcha del jueves.

SALTO, Agosto 15 (Por Valeria Vizzón, de la redacción de www.SaltoCiudad.com) No los vemos. Son invisibles; sólo se convierten en visibles cuando roban, intimidan, o directamente matan. Son los que los gobernantes ocultan en los números; son los que queremos esconder debajo de la alfombra; son los que no queremos ver. Son consecuencia de una sociedad desigual. Son pobres o están al borde la pobreza e incluso debajo de ella; niños nacidos a fines de los 90 y principio de 2000. Hijos del neoliberalismo, de la crisis, de la desigualdad, de la falta de afecto, de la crueldad de un sistema económico que para funcionar los necesita ahí: excluidos.

Pero mientras tanto, esos nadie, esa “lacra” que algunos proponen “matar”, o que definen como “inservibles”, nacieron con ese sello, el de la exclusión. Son los pobres que observan todo el día a través de la TV aquello que no pueden obtener de esta sociedad de consumo en la que se vale por lo que se tiene. Son los que observan cómo crecen las casas tapialadas de los ricos, los autos de alta gama que nunca van a manejar.

¿Qué esperamos de ellos? ¿Qué sean educados? Para eso es necesaria la Educación, con mayúsculas ¿Que comprendan la ley nunca escrita de que en las noches de frío ellos nunca van a estar tan calentitos como aquellos que sí tienen casas calefaccionadas? ¿Que mueran antes de que nos maten?

En Salto, asesinaron a Rubén Ramírez el pasado jueves 7 de agosto, una mañana helada, mientras caminaba para tomar un colectivo que lo llevara a la escuela. A Rubén, se supo unas horas después, lo asesinaron tres chicos, tres jóvenes como él. Aparentemente, por un celular. Tres jóvenes que tenían un arma. ¿A quién se la habían comprado? Tres jóvenes que un jueves a las 6.30 de la mañana estaban en la calle y, por supuesto, no iban a la escuela. Tres jóvenes que no eran del conurbano (como muchos tempranamente señalaron). Eran tres jóvenes nacidos y criados en nuestra ciudad, que lejísimo está de ser perfecta, libre de delito o con desempleo cero.

Este hecho fue una trompada de realidad, que alcanzó a funcionarios gubernamentales y a la sociedad toda.

Enseguida se escucharon las recetas de siempre: más efectivos policiales, más cámaras, una Fiscalía en Salto. Tres remedios que, aunque se consigan (está claro que son necesarios), no van a palear la enfermedad. La enfermedad se llama desigualdad. Se llama niños desamparados. Se llama droga. Se llama consumo desmedido. Se llama jóvenes que nada tienen que perder porque desde que nacieron saben que la vida lo que vale es poco y nada. Y si la vida propia no vale nada, ¿por qué va a valer la de los otros? ¿Le estamos pidiendo que sean civilizados a quienes relegamos al último lugar?

Es mucho más fácil pensar que se trata de un caso de inseguridad. Para esa enfermedad, los gobernantes de turno, ciertos integrantes  de la oposición, algunos sectores de la sociedad, tienen “recetas milagrosas”. Para la violencia social parece que no ¿Y ahora que hacemos? (www.SaltoCiudad.com.ar)

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